domingo, julio 04, 2010

Sobre la belleza

Hoy estoy un poco intoxicado por el alcohol, de manera que estoy un poco más deshinhibido, pero más adormilado. Podría ser más explícito en asuntos íntimos, pero los guardaré en lo más recondito de mi subconsciente y me limitaré a los asuntos que me atañen al título del post, y me dedicaré a recordar a la chica que ví hace una semana en un sitio de reparación de teléfonos celulares, a la vista espiritualmente espectacular desde la Chaquira en San Agustín y a la familia de gatos con quienes comparto vivienda. Todos ellos tienen una estética ineludible que me impiden mirár a otro lado, emocionarme e incluso desearme quedar estático en un lugar por mucho tiempo, comparten una belleza que me cautiva por múltiples razones.

La belleza es un sentimiento que transmite alegría (felicidad, por que no decirlo aunque esto se prestaría para un debate profundo con los miembros de un grupo de amigos), pero no sólo alegría. para mí la felicidad transmite compañía, y no sólo consiste en el gozo de lo visualmente estético, también en el gozo repentino de las frases bien logradas de un escritor, de las ideas bien paridas, del código fuente del lenguaje del programación bien escrito, de la obra de teatro bien dirigida, de la escena de una película bien lograda, del trazo en la armónica pintura, y por qué no decirlo, de los senos bien formados de una mujer. Todas esas imágenes y sentimientos transmiten compañía, hacen la rutina de la vida diaria más llevadera, nos ayudan a crear, a inspirarnos.

Muchas veces la ausencia de belleza acarrea la soledad, y para muchos la soledad acarrea la infelicidad, es decir, la tristeza. Algunos sentimos la más honda soledad cuando sentimos distante aquello que consideramos bello y para otros la necesidad de belleza es tan necesaria, aunque sea inconsciente, que no encuentran felicidad a pesar de tener satisfechas muchas de sus necesidades básicas.

Esta es sólo la idea compartida y vagamente editada de quien tiene recuerdos de belleza en una fría noche de Junio, cuando los amigos se han marchado y sólo quedan residuos de vodka en la cabeza.