Cuando tenía 15 años conocí en una excursión a la mujer más bella que había visto hasta ese momento. Sus cabellos estaban formados de rizos dorados y sus ojos eran oscuros, le gustaban las excursiones y la naturaleza, y tenía una sonrisa encantadora que logró conquistarme con sus escasos catorce años. Ella representaba el ideal de lo que en aquella época era para mí una mujer, y quizá hubiésemos podido concretar algo, de no ser por tres inconvenientes: Ella desconocía lo que me inspiraba, sólo la vi dos veces y, yo ignoraba todo de ella excepto el barrio donde vivía, su nombre y el de su hermano. Confiado en el destino, aguardé por un tiempo su retorno a las reuniones de la defensa civil, pero no volvió; tampoco yo conocía lo suficiente a los que me pudiesen dar información sobre ella; así es que tratando de ayudar al azar, opté por la única alternativa viable que se me ocurría para encontrarla: Caminar cada atardecer que pudiera por las calles del barrio que ella habitaba, con la esperanza que la casualidad cruzara nuestros caminos.Pasaron los atardeceres de más de tres años y varias personas por mi vida, pero ella no apareció entre ellas; tuve que compartir mis primeras decepciones amorosas con el recuerdo triste del fantasma de una mujer que desconocía mi existencia. Del enamoramiento inicial había pasado a la idealización absoluta. Ya no recordaba su rostro, sus cabellos dorados, sus ojos y su sonrisa, y aún sabiendo que no existía, continué escribiendole un tiempo más, hasta una tarde melancólica en la que decidí no escribir más cartas, le agradecí por la persona en que me había ayudado a convertir y me despedí para siempre.
Aún hoy imagino como será ella, con una probable familia y con hijos; pero si las cosas hubiesen ocurrido de otra forma, no viviría el presente feliz que presencio, ni hubiese aprendido lecciones, como la paciencia, o el tratar de ser mejor para merecer a quien se quiere; mucho menos la lección más dura de aprender: No debemos contar con que habrá otra oportunidad. Quizá haya varias realidades paralelas, pero sólo somos conscientes de este presente, si de verdad queremos algo, hay que arriesgarnos ahora, de lo contrario, quizá nunca sabremos si lo hubiesemos conseguido.
1 comentario:
Este fin de semana estuve viendo "Alta fidelidad" y "La Leyenda del pianista en el océano". Curioso es que a pesar de ser todos tan distintos y tan diversas nuestras historias, describamos nuestros sentimientos y sensaciones de formas tan similares, ya sea a través de imágenes o de palabras.
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