Aquellos que por alguna razón tuvieron la desgracia de terminar atrapados en el Holandés errante, el barco capitaneado por el terrible Davy Jones, debían elegir entre perecer de inmediato o convertirse en tripulantes-esclavos por cien años, mientras se transformaban lentamente en criaturas marinas que dedicaban su tiempo de ocio a apostar en un juego de dados la única posesión que tenían: El Tiempo, es decir el tiempo que les quedaba de esclavitud en el barco.
La aparente seguridad en la que permanecemos sumergidos nos hace creer que tenemos dinero, bienes, lujos y seres queridos, tanto como para confiar en ellos y hacer planes a largo plazo; pero de nada sirve tener posesiones si no contamos con el tiempo para disfrutarlas. Tener algo y no disfrutarlo es sólo atesorarlo. La experiencia nos enseña que de acuerdo a la forma como está constituído este universo, todo aquello que podemos tener se puede evaporar en cualquier momento; claro, también está la fe para esperar que no sea así, pero viéndolo objetivamente, no tenemos nada excepto lo que somos y el tiempo para disfrutarlo: un ser que se deteriora y un tiempo limitado.
Por eso es tan importante el presente, por eso es que la frase "vive intensamente" se pronuncia tanto; por que cada segundo que ocurre sin que nos demos cuenta es único e irrepetible. Cada instante de ira o de tristeza, cada tarde desperdiciada frente a un televisor sin que en nosotros surja la reflexión, cada vez que dejamos de ser conscientes de nuestra vida, es un trozo de existencia que se extingue. Por todo lo anterior, les invito a desarrollar una tarea: maximicemos los segundos de sentimientos positivos y minimicemos los de sentimientos negativos, tratemos de disfrutar el tiempo y no limitarnos simplemente a dejar que el universo fluya a nuestro alrededor. Seguro que lo vale.