
Quizá se deba a nuestro egoísmo innato, pero situaciones similares pasan muchas veces al día, y es tan común culpar a los demás por las cosas que nos afectan negativamente, que muchas veces nos acostumbramos a no responsabilizarnos por nuestras faltas. Ocurre, por ejemplo, cuando culpamos a nuestra competencia de la reducción en ventas, debida en realidad a que no hemos hecho nada por mejorar el servicio; cuando culpamos a un mal docente de no habernos enseñado, pese a que era nuestra responsabilidad aprender por los medios que fuesen necesarios; cuando la policía nos infracciona justamente; incluso, cuando chocamos o tropezamos y pensamos que no hubiese sucedido de no haber cedido el paso a a alguien mas momentos antes. Desde que descubrí esa tendencia he tratado de pensar primero en mi responsabilidad antes de culpar a alguien más, sin embargo, en ocasiones estoy tan seguro de mí, que ni siquiera otorgo el beneficio de la duda a la inocencia de los demás, lo que me parece, si me perdonan la expresión, una cagada.