
Y aquella soledad ha de ser aún más inmensa en aquellos que tienen habilidades muy superiores a las de los demás, a los genios como Dalí, o Leonardo, cuando veían cosas aún inconcebibles para un habitante externo a sus mentes, o para Fourier, cuando expuso ante el público sus geniales series, o para la pequeña montaña de humanos sobre cuyas ideas se gestado la civilización.
«De vez en cuando, cuando estabas sólo, hubiera o no gente a tu alrededor, ¿no te sentías tan triste que hubieras podido llorar como si fueras el único de tu especie en el mundo?..¿nunca sentiste que echabas de menos a alguien a quien nunca habías conocido?"»
La soledad es también el resultado de la incomprensión de aquellos que queremos, y también, en mayor grado, de aquellos que nos quieren, pero también lo es del miedo a herir o ser heridos. Los lazos del cariño hieren nuestra libertad al no poder abrir nuestras alas para expresarnos sin ser juzgados. La única cura conocida para dicha soledad es el Amor, que es el pegamento de las almas, que nos ayuda a ver, que más allá de las barreras materiales que nos impiden compartir el mismo espacio, de las ideológicas que nos hacen ver el mundo de una manera distinta, somos Uno. Y mientras no sea un impedimento para ser felices, la soledad de sentirnos únicos ha de ser, más allá de un sentimiento negativo, un Don.
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