martes, julio 11, 2006

La soledad del Saiyajin

En la contraportada del libro estaba plasmada la frase que aún no olvido del todo: "... un grito de angustia y advertencia a todos los seres que, desconociendo el origen de sus más intimas motivaciones, se ven inmersos en sus propias atrocidades." Palabras increíblemente adecuadas para un libro como el de Hesse, para una historia como la de Harry Haller, o para los que la hemos compartido como compañeros de viaje cuando descubrimos nuestro nexo oculto con él desde la infancia. Acaso todos hemos sentido la soledad al buscar la excelencia en uno o varios aspectos que nadie más entiende, de sentirnos únicos en el universo, sin la posibilidad de redención por no encontrar a alguien más de nuestra especie. La civilización nos ha aislado y estamos más solos que nunca, los adolescentes viven en una soledad desesperada y deprimente ante la incertidumbre de un mundo que no para de girar, sin embargo esa soledad transitoria se desvanecerá muy a su pesar cuando la cultura los absorva y se conviertan en otro ladrillo en el muro; si eso no ocurre, posiblemente llegue la soledad aún mayor de ser un individuo consciente.

Y aquella soledad ha de ser aún más inmensa en aquellos que tienen habilidades muy superiores a las de los demás, a los genios como Dalí, o Leonardo, cuando veían cosas aún inconcebibles para un habitante externo a sus mentes, o para Fourier, cuando expuso ante el público sus geniales series, o para la pequeña montaña de humanos sobre cuyas ideas se gestado la civilización.

«De vez en cuando, cuando estabas sólo, hubiera o no gente a tu alrededor, ¿no te sentías tan triste que hubieras podido llorar como si fueras el único de tu especie en el mundo?..¿nunca sentiste que echabas de menos a alguien a quien nunca habías conocido?"»

La soledad es también el resultado de la incomprensión de aquellos que queremos, y también, en mayor grado, de aquellos que nos quieren, pero también lo es del miedo a herir o ser heridos. Los lazos del cariño hieren nuestra libertad al no poder abrir nuestras alas para expresarnos sin ser juzgados. La única cura conocida para dicha soledad es el Amor, que es el pegamento de las almas, que nos ayuda a ver, que más allá de las barreras materiales que nos impiden compartir el mismo espacio, de las ideológicas que nos hacen ver el mundo de una manera distinta, somos Uno. Y mientras no sea un impedimento para ser felices, la soledad de sentirnos únicos ha de ser, más allá de un sentimiento negativo, un Don.


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