miércoles, septiembre 13, 2006

La venganza del pollo

Despierto de madrugada entre el frío y la llovizna de la calle, debido a una sensación que no logro percibir. Enciendo las luces y casi escucho los pasos del sueño que huye raudo de la luz, dejandome insomne ante la noche madura, y es en ese instante cuando recuerdo el pollo broaster que compartímos la noche anterior en la casa de un amigo, el sabor del pollo, y un artículo reciente sobre el trato que le dan a los animales de consumo, el sufrimiento en su cautiverio, y mi compromiso de tratar de evitar el consumo de animales a menos que mi cuerpo me ruegue por proteína animal.

Casi añoro vivir en los tiempos en los que cada quien se procuraba su propio alimento, en los que se era nómada recolector y se vivía para el ocio y la contemplación de la vida. Tiempos quizá anteriores al descubrimiento del fuego que permitió cocinar la carne para hacerla más blanda, mejorar su sabor y convertirla parte de la dieta que nos transformó en la especie actual. Ahora no somos nómadas, somos tan sedentarios, que nisiquiera somos capaces de cazar nuestro propio alimento o recoger nuestras propias semillas; basta con hacer una llamada para que los alimentos lleguen a nuestro asiento sin necesidad de movernos. Somos los autores intelectuales de una masacre sin precedentes, de la cual casi nadie es consciente, aún teniendo la información. Tristemente para mejorar nuestra calidad de vida hemos de destrozar las de cientos de seres, y lo peor es que muchas personas nisiquiera alcanzan la felicidad en su diario vivir para hacer que la masacre valga la pena.

Alguna vez nos preguntamos ¿cuántos pollos commemos a lo largo de la vida, cuántas vacas, cuantos peces, cuántos cerdos? ¿Cuántas vidas se requieren para que un humano viva, y qué significado le damos a la nuestra? ¿Acaso es más digna que aquellas vidas que arrebatamos para subsistir, más feliz, o más libre de lo que hubiesen sido si tuvieran nuestra libertad? Quizá haciéndonos estas preguntas regularmente reconozcamos la inmensa responsabilidad de lo que significa comer carne, o optar como yo en reducir su consumo. El pollo ha cumplido su cometido.

jueves, septiembre 07, 2006

Receso

Tras más de seis meses de publicación semanal continua, finalmente varios sucesos se acumularon hasta limitar el tiempo de ocio a las horas de sueño, obligándome a dejar descansar esta bitácora por más de una semana. Es posible que mis visitantes habituales no hayan notado mi “corta” ausencia, pero yo si que lo he hecho; todos los días surgen nuevas ideas que me gustaría compartir, pero el filtro riguroso del tiempo me obliga a priorizarlas, atiborrándolas en mi inmensa lista de cosas por hacer, lo que me comprometería a vivir muchas decenas de años si no fuera por que finalmente descubrí que es más importante sentir que hacer. Sin embargo y a pesar de mi hedonismo, tengo corazón de ingeniero, casi que por encima del de artista, de forma tal que tengo la necesidad de construir para ser feliz; lo que incluye, la construcción de puentes con palabras que permitan acortar las distancias entre nuestras individualidades.

Muchas ideas seguro se quedarán sin compartir; otras en cambio ya habrán hastiado a aquellos con quienes comparto mis historias. Por lo pronto seguiré con mi compromiso de mejorar mis habilidades, de buscar la libertad al expresarme, de generar conciencia o de afianzarla, de mostrar mi repudio hacia la insensatez de occidente y de entregar honesta y gustosamente algo de mí a quien el azar traiga a esta playa. Sólo eso es cuanto pretendo.