Muchos de nosotros hemos crecido dentro de una cultura de en la que la deshonestidad es implícitamente permitida como algo socialmente aceptable, aunque legalmente condenable. Es así como muchos saben de casos de corrupción en los que algunos se niegan a denunciar a sabiendas de no ser escuchados, otros por temor de sufrir los perjuicios de sus denuncias y otros buscando el beneficio propio. Más son comunes otros casos de deshonestidad más sutiles, que por ignorancia se cometen a diario y consisten en la violación de los derechos de los demás; un ejemplo vívido es la violación del derecho de autor.
La honestidad, al igual que la bondad, debería ser ante todo una política de vida, no sólo un medio para buscar recompensa, y la actitud honesta debe estar presente siempre, aún cuando nadie nos ve. Por ejemplo, es posible que Bill Gates, Steven Spielberg o García Marquez no necesiten el dinero que les aportamos al comprar software, películas, o libros; pero por engendrar sus productos, adquiren varios derechos (inviolables, por lo tanto) que no se deben pasar por alto, uno de ellos es el derecho a usufructuar sus obras; derecho contra el cual atenta la piratería. Claro, tambień estan en su derecho de no cobrar por las obras donandolas al dominio público, o ofrecerlas mediante un esquema de licenciamiento distinto al tradicional, pero precisamente por eso es un derecho.
Si no sólo actuamos correctamente cuando somos observados o castigados, significa que somos incapaces de autoregularnos. Si no no hay autoregulación estamos justificando la existencia de estado opresor que nos regule, alejándonos de la utopía del anarquismo.
1 comentario:
No soy del todo honesto al decir que siempre soy honesto, y en prejuicio de los afectados, soy deshonesto cuando considero justo el no serlo, que son las menos de la veces, aunque no por ello lo considere correcto.
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