La tecnología actual nos provee de un poder que antes no teníamos: el acceso indiscriminado a la información y a las obras de la humanidad: Fotos, libros, juegos, música, películas y software se pueden adquirir a un clic de distancia, o en su defecto con un expendedor acordado a un costo muy bajo; pero lo inquietante de esto es que quien adquiere estas obras generalmente se siente con el derecho de hacerlo, y nunca hay una reflexión ética sobre los derechos del autor, o el productor, (por no hablar de los de los distribuidores, que se lucran con obras ajenas, aumentando excesivamente los costos, los que en muchos casos justifica la piratería). La mayor parte de los cibernautas desconocen que todo el contenido de la red está protegido por derechos de autor, incluso cuando los autores desconozcan sus derechos, y un obrar ético incluye respetar dichos derechos.
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