domingo, mayo 21, 2006

Revaluación

Hay tres clases de almas,tres clases de plegarias:
"Soy un arco entre tus manos, Señor;"
"tiéndeme para que no me pudra."
"No me tiendas demasiado, Señor; me romperé."
"Tiéndeme lo que tú quieras, Señor. Qué mas da si me rompo."
Elige.
El torbellino de las ideas me dispersa y me arroja a mil lugares a la vez, el tiempo amigo y enemigo simultáneamente, condensa las experiencias y las alarga, y juega con los recuerdos filtrando sólo aquellos que me han aportado conocimiento o felicidad, mientras me recuerda que soy efímero y que debo aprovechar la velocidad con la que el manantial de pensamientos brota entre las fisuras de la corteza cerebral. En vano trato de acoplarme al cadencioso ritmo de la humanidad mientras mi mente se descabrita ante la presión de las situaciones absurdas, de los objetivos sin sentido, del conflicto de intereses de cuanto anhelo y de cuanto el mundo espera de mi. ¿Qué pasa cuando detrás de la máscara de aquello que deseamos se encuentra lo que ya tenemos, y la máscara resulta ser un ancla que nos frena impidiéndonos ser felices?, ¿Que pasa cuando nuestra amada libertad se ve encerrada por cumplir un objetivo a mediano plazo?

Hace unos años descubrí que invocamos los problemas cuando necesitamos aprender algo. sólo tiene problemas aquél que los necesita. Eso es algo que no he olvidado, sin embargo cuando creemos tener todo bajo control, nos permitimos ser seducidos por leves problemas, hasta que nos absorben, como quien nada junto a la playa y se adentra en el mar a medida que gana seguridad, pero ignora cuanto se ha alejado de la orilla hasta que el fondo es inalcanzable. Así me ha pasado, y los últimos tres años he hecho demasiados negocios malos, lo que implica problemas mundanos de los que he ganado bastante experiencia, costosamente pagada con la pérdida de la libertad al tener que pagar los compromisos económicos contraídos. Creí encontrar futuro en la Academia, cuando en realidad aprendo más por mi cuenta, sin presiones absurdas de terceros. Hago cuanto puedo por ayudar a mi familia, y con frustración descubro que la situación no cambia en absoluto, sus mundos son demasiado distantes, demasiado reales, demasido necesitados de conflictos. Así es como distraigo mis días desde hace varios meses, encadenado a un Cáucaso sin la posibilidad de liberarme, y con la voluntad agotada. Podría solucionarlo todo en poco tiempo si no fuera por un problema menor: no tengo disciplina y no sé como adquirirla; a pesar de contar con una inmensa red de amigos, a los cuales agradezco de corazón el cariño que me roban, me siento solo y termino decidiendo que pese al potencial que aún me queda, estaría mejor lejos de todo, como ermitaño en una caverna musgosa, rodeado de frutales a los cuales agradecer cada día el alimento, donde los problemas del mundo no me toquen, para no sentirme culpable por mi imposibilidad de lograr resolverlos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Recuerda una de tus citas preferidas:
"No desesperes, ni siquiera por el hecho de que no desesperas. Cuando todo parece terminado, surgen nuevas fuerzas. Eso significa que vives!"