sábado, marzo 25, 2006

Embriaguéz

L as calles nocturnas de la ciudad se han cuberto de brillos de oro y plata, y las gotas de lluvía que otrora fuesen lágrimas ahora son melodías de una sonata feliz. Quizá sea debido a que ayer me encontré con un amigo querido y bebimos la bedida de la cierva, a que las mujeres hoy están más radiantes, a que salí hace poco de una conferencia excelente que me recordó la voz hechizante de Penélope (que por cierto, ha dejado quieto su telar por un largo tiempo), a que he aprendido muchas cosas esta semana que me obligan a enfrentar dragones en tierras desconocidas, o a que esta mañana el aletear del jugueteo de dos aves me sorpendió cuando me deleitaba con el olor de un pino; desconozco el motivo exacto, pero hoy estoy ebrio de belleza como un lobo que agita su rabo al viento o un gato sonriente que se se refugia cerca al fuego; y aunque el mundo nos satura de momentos tristes, son los felices son que vale la pena alargar, por eso me arriesgo a compartirlos con quien por alguna razón aterrice en esta líneas.

No se si alguien lo haya notado, pero prefiero los hipervinculos a las transcripciones, pero hoy, para garantizar que el mensaje llegue, haré una excepción compartiendo una rima de Becquer:

¡Qué hermoso es ver el día
coronado de fuego levantarse,
y a su beso de lumbre
brillar las olas y encenderse el aire!

¡Qué hermoso es tras la lluvia
del triste otoño en la azulada tarde,
de las húmedas flores
el perfume beber hasta saciarse!

¡Qué hermoso es cuando en copos
la blanca nieve silenciosa cae,
de las inquietas llamas
ver las rojizas lenguas agitarse!

¡Qué hermoso es cuando hay sueño
dormir bien... y roncar como un sochantre...
y comer... y engordar... y qué desgracia
que esto solo no baste!

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