
La nostalgia que producen uninvited, wish you were here, I'd do anything for love (but i won't do that), ó sin tu latido; aquella de my inmortal, de eclipse de mar y la de alone, de esperanzas, de si algún día la vez, incluso de la every rose have this thorn, todas entremezcladas tratando de inventar recuerdos nuevos y de revivir a los muertos, cargadas de días lluviosos con zapatos enlagunados, de fríos atardeceres perdidos en busca de una amada. La nostalgia de un principito añorando a su rosa, de un Lobo Estepario enamorando una Armanda, de un Tagore cantando a sus hijos, de la lluvia de Borges, de todos aquellos recuerdos amados que se entremezclan con los olores de la niñéz.
Nostalgia, ese "dolor nuestro" que sentimos al vivir en un mundo extraño, aunque el propio sea un sueño. La nostalgia de la perfección no alcanzada, de la conciencia opacada, de la razón no encontrada, de la belleza olvidada, de la esperanza perdida, de las ideas agonizantes, de los momentos desperdiciados. Dicha nostalgia es la que ahora me arropa mientras estoy dormitando en el borde del abísmo, esperando el momento de máxima elongación del tiempo en el que repentinamente los relojes recuperen su velocidad habitual para comenzar un nuevo ciclo afortunado, en el que el flujo de las ideas se sincronicen con los latidos del corazón y la montaña rusa recobre el momento del decenso.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario