Al escribir esto estoy tratando de rasguñar las paredes que me encierran, para darle alas a las palabras que aún se obstinan en engarzarse entre sí, como un hílo ennudado que se niega a atravesar el ojo de la aguja. Sin embargo, considero que es mejor tratar de decir algo, aunque sea con torpes palabras (y con el perdon de quien por alguna razón llegara a leer esto), a dejar que los pensamientos se escurran a través de la red neuronal para perderse en las profundidades del inconsciente, del cual, quizá no se regrese. Este tipo de esfuerzo es común en la escritura, pero también lo es en toda actividad creativa.
Al tratar de expresar ideas por escrito, no se trata de escribir por escribir, se trata de escribir por comunicar, por compartir, por hacer algo útil y tal vez bello. Se trata de invocar a las musas y pedirles que nos posean, que hagan iluminar los dones que se nos han regalado para que el Universo se exprese a través de nosotros. Pero invocar a las musas no es tarea fácil, bueno, aveces lo es cuando cuando se es su fiel amante y se mantiene en su permanente compañía, o cuando las cosas se hacen sin un objetivo concreto, en cuyo caso la obra resultante carece de la belleza de la inspiración divina, como suele ocurrir con las de tantos pseudoartistas contemporáneos.
Considero que para invocar las musas se requiere entrenamiento (como dice la conocida frase de Alba Edison : "El genio es un 1% de inspiración y un 99% de transpiración"), de un entrenamiento consciente y continuo. También se requiere evitar el facilismo. No pretendo decir que hay que complicarse innecesariamente; quiero decir que las obras complejas pueden llegar a ser muy bellas por que profundizan el mundo interior de su obrador y por ello son más ricas en cuanto a diferencias se trata. Respecto a las obras fáciles, percibo que muchas veces carecen del valor suficiente para ser consideradas bellas; aunque también existe su contraparte, por ejemplo, en ingeniería cuando alguien desconoce un problema que desea resolver, puede plantear una solución horriblemente compleja, y de una estética aterradora, una solución aparente, pero transitoria.
Personalmente, la actividad creadora tiene dos étapas: una de introversión y otra de extroversión; en la étapa de introversión pienso en lo que quiero hacer y lo que pretendo hacer con ello, y lo trato de imaginar como terminado; no soy muy bueno para obsesionarme con los problemas, y por ello cuando ya los he mordisdqueado lo suficiente, paso a la étapa de extroversión (¿insight tal vez?), por ejemplo para escribir este texto y lograr arrancale las palabas a la desidia he tenido que iniciar dos pinturas, revisar mi equipo de Hattrick, hablar con un amigo, jugar un rato Never Winter Nights, y realizar otras actividades durante el atardecer de ayer, y sólo en la noche, al momento de descansar, comenzaron a gotear las frases como meteoritos, sin dejarme un lugar para resguardarme, no había elección, escribir o escribir. De la misma manera resuelvo los problemas en el trabajo. (no imagino que piensa mi jefe cuando a través de la cámara de seguridad me ve deslizandome con la silla de un lado a otro de la oficina).
Finalmente me gustaría resaltar que, desde mi perspectiva, nuestras obras no son nuestro mérito, y sin restarle importancia al acto creativo, quiero hacer énfasis el mérito aún mayor de lo que significa gestar una obra, haber entrenado lo suficiente como para merecer que el Universo se manifieste en nosotros para engendrar una obra, por pequeña que sea, de permitirnos el don mágico de traer del Topos Uranus las ideas para darles forma en esta realidad.
Estás son sólo algunas apreciaciones sobre lo que considero, debiera ser la actividad creadora. Por supuesto, no todos funcionamos igual, y el concepto de belleza cada vez se desuniversaliza más, por ejemplo la estética de lo abstracto tiene un valor enorme par mí, pero bueno, eso es otro tema del que quizá escriba luego. Por lo pronto, a hacer otro tipo de obras dignas de nosotros.
Al tratar de expresar ideas por escrito, no se trata de escribir por escribir, se trata de escribir por comunicar, por compartir, por hacer algo útil y tal vez bello. Se trata de invocar a las musas y pedirles que nos posean, que hagan iluminar los dones que se nos han regalado para que el Universo se exprese a través de nosotros. Pero invocar a las musas no es tarea fácil, bueno, aveces lo es cuando cuando se es su fiel amante y se mantiene en su permanente compañía, o cuando las cosas se hacen sin un objetivo concreto, en cuyo caso la obra resultante carece de la belleza de la inspiración divina, como suele ocurrir con las de tantos pseudoartistas contemporáneos.
Considero que para invocar las musas se requiere entrenamiento (como dice la conocida frase de Alba Edison : "El genio es un 1% de inspiración y un 99% de transpiración"), de un entrenamiento consciente y continuo. También se requiere evitar el facilismo. No pretendo decir que hay que complicarse innecesariamente; quiero decir que las obras complejas pueden llegar a ser muy bellas por que profundizan el mundo interior de su obrador y por ello son más ricas en cuanto a diferencias se trata. Respecto a las obras fáciles, percibo que muchas veces carecen del valor suficiente para ser consideradas bellas; aunque también existe su contraparte, por ejemplo, en ingeniería cuando alguien desconoce un problema que desea resolver, puede plantear una solución horriblemente compleja, y de una estética aterradora, una solución aparente, pero transitoria.
Personalmente, la actividad creadora tiene dos étapas: una de introversión y otra de extroversión; en la étapa de introversión pienso en lo que quiero hacer y lo que pretendo hacer con ello, y lo trato de imaginar como terminado; no soy muy bueno para obsesionarme con los problemas, y por ello cuando ya los he mordisdqueado lo suficiente, paso a la étapa de extroversión (¿insight tal vez?), por ejemplo para escribir este texto y lograr arrancale las palabas a la desidia he tenido que iniciar dos pinturas, revisar mi equipo de Hattrick, hablar con un amigo, jugar un rato Never Winter Nights, y realizar otras actividades durante el atardecer de ayer, y sólo en la noche, al momento de descansar, comenzaron a gotear las frases como meteoritos, sin dejarme un lugar para resguardarme, no había elección, escribir o escribir. De la misma manera resuelvo los problemas en el trabajo. (no imagino que piensa mi jefe cuando a través de la cámara de seguridad me ve deslizandome con la silla de un lado a otro de la oficina).
Finalmente me gustaría resaltar que, desde mi perspectiva, nuestras obras no son nuestro mérito, y sin restarle importancia al acto creativo, quiero hacer énfasis el mérito aún mayor de lo que significa gestar una obra, haber entrenado lo suficiente como para merecer que el Universo se manifieste en nosotros para engendrar una obra, por pequeña que sea, de permitirnos el don mágico de traer del Topos Uranus las ideas para darles forma en esta realidad.
Estás son sólo algunas apreciaciones sobre lo que considero, debiera ser la actividad creadora. Por supuesto, no todos funcionamos igual, y el concepto de belleza cada vez se desuniversaliza más, por ejemplo la estética de lo abstracto tiene un valor enorme par mí, pero bueno, eso es otro tema del que quizá escriba luego. Por lo pronto, a hacer otro tipo de obras dignas de nosotros.
1 comentario:
Hola extranjero... Qué grato leerte. Claro, he quedado muy intrigada acerca de tu identidad... Ojalá calmes esa intriga. En fin, es grato leer a alguien que reflexiona inteligentemente sobre lo que crea. Estaremos en contacto.
Un saludo,
C.
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