Años atrás escribí en uno de mis cuadernos de anotaciones que aún no estaba “lo suficientemente evolucionado” para comprender los misterios del cristianismo. Mi visión del universo entero se ha transformado un poco desde entonces, se ha enriquecido con experiencias y saberes, y he concretado muchas cosas con una certeza que ha tranquilizado a mi razón; sin embargo aún sigo sin comprender el Misterio Cristiano, quizá sea por que aún no tengo suficiente sabiduría para comprender lo que para otros es tan evidente, o quizá enfoco mi entendimiento en la dirección equivocada y lo razono en demasía.
Aunque el catolicismo y la ciencia son productos de nuestra civilización, occidente nos ha enseñado a ver como cierto solamente aquello que es coherente con la razón, aquellas vivencias que experimentemos y que no coincidan con el funcionamiento determinista del universo, desde el punto de vista científico son asociadas muchas veces a malas interpretaciones de la realidad o a patologías extrañas. Pero es en el mundo interior del hombre donde ocurren todas las experiencias espirituales, no fuera de él, que es el terreno de la ciencia, lo que quiere decir que no se puede llegar a Dios por la vía actual de la ciencia. Posiblemente yo sufra de una severa enfermedad mental, que distorsione mi sentido de la realidad, pero en mi corazón siento en ocasiones el vivo contacto con el universo que se manifiesta en forma de gozo debido al Amor que me inspira estar vivo, y si es una enfermedad la que sufro, deseo seguirla padeciendo mientras viva y me encantaría que todas las personas la padecieran, por que antes mi mundo era completamente racional y mi relación con Dios era hipotética, basada en datos, no en sensaciones; ahora son dichas sensaciones las que me han llenado de certeza. Aclaro que no estoy imponiendo una posición, ni desvirtuando al ateísmo, si hay alguna verdad, esa será la que proporcione la mayor paz a su “portador”, aunque preferiría que el divorcio entre lo espiritual y lo material no fuera tan latente en nuestra civilización.
A pesar de mi visión del universo, sigo sin ver a Jesús como lo ven los cristianos; creo en Jesús como un gran Maestro, cuya sabiduría es prueba más que suficiente para considerarlo un enviado de Dios; los dogmas cristianos como la virginidad de María, la asunción, la ascensión, los Milagros de Jesús, o incluso, su propia Resurrección, me parecen irrelevantes, por que ya ha pasado demasiado tiempo para verificar su veracidad, y aún de ser ciertos no los consideraría prueba de que él sea el Hijo de Dios. Sin embargo aveces en algún momento de lucidez imagino a Jesús como el Mesías, como el Enviado de Dios destinado a un propósito sagrado desde su concepción, e imagino a todo el Universo concentrando todo su amor en un Ser que adoptó forma humana, con la única finalidad de expiar los pecados de generaciones de humanos ingenuos e inconscientes, permitiéndoles tener un canal de acceso espiritual al Infinito, entregándose en sacrificio como una ofrenda de amor. Ese pensamiento nos convierte a todos en seres inmanentemente espirituales, nos ubica en un lugar privilegiado en el Universo, frente al cual, toda la realidad que vivimos, todas nuestras decisiones, deseos y bienes se vuelven innecesarios. Pienso en ello y no puedo evitar estremecerme. Es demasiado bello para ser cierto, demasiado perfecto para creerlo.